martes, 13 de marzo de 2007

¿Para qué una higuera sin higos?


Jesús se esforzaba de muchas maneras por despertar en la gente la conversión a Dios. Era su verdadera pasión: ha llegado el momento de buscar el reino de Dios y su justicia, la hora de dedicarse a construir una vida más justa y humana, tal como la quiere él.
Según el evangelio de Lucas, Jesús pronunció en cierta ocasión una pequeña parábola sobre una "higuera estéril".
Quería desbloquear la actitud decepcionante de quienes le escuchaban, sin responder prácticamente a su llamada. El relato es breve y claro.

Un propietario tiene plantada en medio de su viña una higuera. Durante mucho tiempo ha venido a buscar fruto en ella. Sin embargo, año tras año, la higuera viene defraudando las esperanzas que ha depósitado en ella. Allí sigue, estéril, en medio de la viña.
El dueño toma la decisión más sensata. La higuera no produce fruto y está absorbiendo inútilmente las fuerzas del terreno. Lo más razonable es cortarla. "¿Para qué va a ocupar un terreno en balde?".
Con toda sensatez, el viñador propone hacer todo lo posible para salvarla. Cavará la tierra alrededor de la higuera para que pueda contar con la humedad necesaria, y le echará estiércol para que se alimente. Sostenida por el amor, la confianza y la solicitud de su cuidador, la higuera queda invitada a dar fruto. ¿Sabrá responder?.
El relato de Jesús es una parábola abierta, contada para provocar nuestra reacción. ¿Para qué una higuera sin higos? ¿Para qué una vida estéril y sin creatividad? ¿Para qué un cristianismo sin seguimiento práctico a Cristo? ¿Para qué una Iglesia sin dedicación al reino de Dios?
La pregunta de Jesús es inquietante. ¿Para qué preocuparnos tanto de "Ocupar" un lugar importante en la sociedad, si no introducirnos fuerza transformadora con nuestras vidas? ¿Para qué hablar de las "raíces cristianas" de Europa, si no es posible ver los "frutos cristianos" de los seguidores de Jesús?. Que la llamada de Jesús no quede estéril.