jueves, 28 de octubre de 2010

HOJA INFORMATIVA Nº 706

DEL 31 DE OCTUBRE AL 7 DE NOVIEMBRE DE 2010

CULTO EN ARAYA

Domingo 7 a las 12h, Misa

CULTOS EN L'ALCORA

•Domingo 31 – XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO

•Lunes 1 - TODOS LOS SANTOS.
* Horario de Misas como los domingos.
•Martes 2 – Conmemoración de los Fieles Difuntos.
* Las misas vespertinas de hoy, por los Fieles Difuntos, serán a las 18h en San Francisco y a las 19h en la Parroquia.
•Miércoles 3 – A partir de este día cambia el horario de las misas vespertinas, según el horario de misas arriba indicado.
•Jueves 4 – San Carlos Borromeo, Obispo.
• Viernes 5 – PRIMER VIERNES DE MES.
* A las 19h, Misa del Apostolado de la Ora-ción por Ángeles Maneus Garcés.
•Sábado 6 – Mártires de España del Siglo XX.
* A las 19h en la Parroquia, Aniversario de Pascual Mallol Peña.
* A las 21’45h, Vigilia de la Adoración Nocturna.

•Domingo 7 - XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO
* Colectas destinadas a CARITAS.

CONVOCATORIAS

- Miércoles 3 a las 16h en la Capilla, Oración men-sual de las Camareras de Jesús Sacramentado.
* A las 17h, en los salones parroquiales, Itinerario de Formación Cristiana para adultos.
- Jueves 4 a las 16h, en los salones parroquiales, Reunión preparatoria de ANFE.
* A las 21’30h, en los salones parroquiales, Itinerario de Formación Cristiana para Adultos.

ADORACIÓN DEL SANTÍSIMO

Miércoles 27 de octubre
De 10 a 12’30h en San Francisco.
Desde las 15h hasta la Misa en la Parroquia.
* A las 18’55h tendrá lugar el rezo de vísperas.

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

Ángelus del 1 de noviembre de 2006
Hoy celebramos la solemnidad de Todos los Santos y mañana conmemoraremos a los fieles difuntos. Estas dos fiestas litúrgicas, muy arraigadas, nos brindan una singular oportunidad de meditar sobre la vida eterna. El hombre moderno, ¿espera aún esta vida eterna, o considera que pertenece a una mitología ya superada? En nuestro tiempo, más que en el pasado, las personas están tan absorbidas por las cosas terrenas, que a veces les resulta difícil pensar en Dios como protagonista de la historia y de nuestra vida misma. Pero la existencia humana, por su naturaleza, tiende a algo más grande, que la trascienda; es irrefrenable en el ser humano el anhelo de justicia, de verdad, de felicidad plena. Ante el enigma de la muerte muchos sienten un ardiente deseo y la esperanza de volver a encontrarse en el más allá con sus seres queridos. También es fuerte la convicción de un juicio final que restablezca la justicia, la espera de una confrontación definitiva en la que a cada uno se le dé lo que le es debido.
Pero para nosotros, los cristianos, “vida eterna” no indica sólo una vida que dura para siempre, sino más bien una nueva calidad de existencia, plenamente inmersa en el amor de Dios, que libra del mal y de la muerte, y nos pone en comunión sin fin con todos los hermanos y las hermanas que participan del mismo Amor. Por tanto, la eternidad ya puede estar presente en el centro de la vida terrena y temporal, cuando el alma, mediante la gracia, está unida a Dios, su fundamento último.
Todo pasa, sólo Dios permanece. Dice un salmo: “Mi carne y mi corazón se consumen: ¡Roca de mi corazón, mi porción, Dios por siempre!” (Sal 73, 26). Todos los cristianos, llamados a la santidad, son hombres y mujeres que viven firmemente anclados en esta “Roca”; tienen los pies en la tierra, pero el corazón ya está en el cielo, morada definitiva de los amigos de Dios.
Meditemos en estas realidades con el corazón orientado hacia nuestro último y definitivo destino, que da sentido a las situaciones diarias. Reavivemos el gozoso sentimiento de la comunión de los santos y dejémonos atraer por ellos hacia la meta de nuestra existencia: el encuentro cara a cara con Dios. Pidamos que esta sea la herencia de todos los fieles difuntos, no sólo de nuestros seres queridos, sino también de todas las almas, especialmente de las más olvidadas y necesitadas de la misericordia divina.
Que la Virgen María, Reina de Todos los Santos, nos guíe para elegir en todo momento la vida eterna, “la vida del mundo futuro”, como decimos en el Credo; un mundo ya inaugurado por la resurrección de Cristo, y cuya venida podemos apresurar con nuestra conversión sincera y con las obras de caridad.
SS. Benedicto XVI