lunes, 1 de junio de 2015

HOJA INFORMATIVA Nº 945



DEL 31  DE MAYO AL 7 DE JUNIO DE 2015

 CULTO EN L'ALCORA

· Domingo 31 – LA SANTÍSIMA TRINIDAD.
                            -JORNADA  PRO-ORANTIBUS-

·Lunes  1 – Después de la misa vespertina, comienza el mes del Sagrado Corazón de Jesús.
· Viernes 5 – PRIMER VIERNES DE MES
* A las 19h, en la iglesia parroquial, el Sr. Obispo  administrará la CONFIRMACIÓN a un grupo de jóvenes de nuestra parroquia.
· Sábado 6 – A las 18,30h., misa en San Francisco.
 *A las 19,30h en la Parroquia, aniversario de Joaquín Górriz Gargallo.
               * A las 20,30h, Vigilia extraordinaria del Corpus Christi.

· Domingo 7 – SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO.
- DÍA DE LA CARIDAD - CARITAS
  Colectas por los damnificados del “Terremoto de Nepal”
              9h misa en San Francisco.
            10h en las Carmelitas: “Veins barri de la Sang
            11h en la Foya, Misa y Procesión.
            11h en la Parroquia, Misa Solemne, seguidamente, Procesión del Corpus Christi.

ADORACIÓN DEL SANTÍSIMO. Miércoles 3 de junio

De 11h a 12h en San Francisco.
Desde las 17’30h hasta la Misa, en la Parroquia.
A las 19’30h, rezo de vísperas.

CONVOCATORIAS

- Miércoles 3 a las 16,30h en la Capilla, Oración de las Camareras de Jesús Sacramentado.

CONFIRMACIONES
- Miércoles 3 de junio, a las 20 h., en la iglesia, ensayo preparatorio de la Confirmación.
-  Viernes 5 de junio, 19 h. CONFIRMACIONES.

EL CORPUS CHRISTI

   En esta fiesta el pueblo cristiano da un testimonio público de fe y de piedad hacia el Santísimo Sacramento.   
   Como celebración peculiar de esta Solemnidad está la procesión: en ella se muestra la comunidad cristiana con todos sus miembros, unidos a Cristo, Cabeza de la Iglesia.
   Es costumbre que vecinos y voluntarios, conjuntamente, engalanen las calles del recorrido procesional.  Agradecemos de antemano la coordinación y el esfuerzo que realizan.
   Animamos a participar activamente en la Eucaristía y la Procesión.

SANTÍSIMA  TRINIDAD

Cuando el cristianismo habla de la Trinidad quiere decir que Dios, en su misterio más íntimo, es amor compartido.
Dios no es una idea oscura y abstracta; no es una energía oculta, una fuerza peligrosa; no es un ser solitario y sin rostro, apagado e indiferente; no es una sustancia fría e impenetrable.  Dios es Ternura desbordante de amor.
Ese Dios trinitario es fuente y cumbre de toda ternura.  La ternura inscrita en el ser humano tiene su origen y su meta en la Ternura que constituye el misterio de Dios. Por eso, la ternura no es un sentimiento más; es signo de madurez y vitalidad interior; brota en un corazón libre, capaz de ofrecer y de recibir amor, un corazón «parecido» al de Dios.
La ternura es sin duda la huella más clara de Dios en la creación; lo mejor que ha desarrollado la historia humana; lo que mide el grado de humanidad y comprensión de una persona.  Esta ternura se opone a dos actitudes muy difundidas en nuestra cultura: la «dureza de corazón» entendida como barrera, como muro, como apatía e indiferencia ante el otro; el «repliegue sobre uno mismo», el egocentrismo, la soberbia, la ausencia de solicitud y cuidado del otro.
El mundo se encuentra ante una grave alternativa entre una cultura de la ternura y, por tanto, del amor y de la vida, o una cultura del egoísmo, y por tanto, de la indiferencia, la violencia y la muerte.  Quienes creen en la Trinidad saben qué han de promover.


LO ESENCIAL DEL CREDO  José Antonio Pagola 

A lo largo de los siglos, los teólogos cristianos han elaborado profundos estudios sobre la Trinidad. Sin embargo, bastantes cristianos de hoy no logran captar qué tienen que ver con su vida esas admirables doctrinas.
Al parecer, hoy necesitamos oír hablar de Dios con palabras humildes y sencillas, que toquen nuestro pobre corazón, confuso y desalentado, y reconforten nuestra fe vacilante. Necesitamos, tal vez, recuperar lo esencial de nuestro credo para aprender a vivirlo con alegría nueva.
«Creo en Dios Padre, creador del cielo y de la tierra». No estamos solos ante nuestros problemas y conflictos. No vivimos olvidados Dios es nuestro «Padre» querido. Así lo llamaba Jesús y así lo llamamos nosotros. Él es el origen y la meta de nuestra vida. Nos ha creado a todos sólo por amor, y nos espera a todos con corazón de Padre al final de nuestra peregrinación por este mundo.
«Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor». Es el gran regalo que Dios ha hecho al mundo. Él nos ha contado cómo es el Padre. Para nosotros, Jesús nunca será un hombre más. Mirándolo a él, vemos al Padre: en sus gestos captamos su ternura y comprensión. En él podemos sentir a Dios humano, cercano, amigo.
Este Jesús, el Hijo amado de Dios, nos ha animado a construir una vida más fraterna y dichosa para todos. Es
«Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida». Este misterio de Dios no es algo lejano. Está presente en el fondo de cada uno de nosotros. Lo podemos captar como Espíritu que alienta nuestras vidas, como Amor que nos lleva hacia los que sufren. Este Espíritu es lo mejor que hay dentro de nosotros.
Dios es bueno con todas las personas, lo merezcamos o no, seamos creyentes o ateos. Su bondad misteriosa está más allá de la fe de los creyentes y de la increencia de los ateos. La mejor manera de encontrarnos con Él no es discutir entre nosotros, intercambiarnos palabras y argumentos que quedan infinitamente lejos de lo que Él es en realidad.
 
El misterio de Dios supera infinitamente lo que la mente humana puede captar. Pero Dios ha creado nuestro corazón con un deseo infinito de buscarle de tal manera que no encontrará descanso más que en él. Nuestro corazón con su deseo insaciable de amar y ser amado nos abre un resquicio para intuir el misterio inefable de Dios.
En las páginas del delicioso relato de El Principito escrito por Antoine Saint-Exupéry se hace esta admirable afirmación: «Sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos».
Es una forma bella de exponer la intuición de los teólogos medievales que ya entonces decían en sus escritos: «Ubi amor, ibi est oculus»: «donde reina el amor, allí hay ojos que saben ver». San Agustín lo había dicho también de un modo más directo: «Si ves el amor, ves la Trinidad».
Cuando el cristianismo habla de la Trinidad quiere decir que Dios, en su misterio más íntimo, es amor compartido.
Dios no es una idea oscura y abstracta; no es una energía oculta, una fuerza peligrosa; no es un ser solitario y sin rostro, apagado e indiferente; no es una sustancia fría e impenetrable. Dios es Ternura desbordante de amor.
Ese Dios trinitario es fuente y cumbre de toda ternura. La ternura inscrita en el ser humano tiene su origen y su meta en la Ternura que constituye el misterio de Dios. Por eso, la ternura no es un sentimiento más; es signo de madurez y vitalidad interior; brota en un corazón libre, capaz de ofrecer y de recibir amor, un corazón «parecido» al de Dios.
La ternura es sin duda la huella más clara de Dios en la creación; lo mejor que ha desarrollado la historia humana; lo que mide el grado de humanidad y comprensión de una persona. Esta ternura se opone a dos actitudes muy difundidas en nuestra cultura: la «dureza de corazón» entendida como barrera, como muro, como apatía e indiferencia ante el otro; el «repliegue sobre uno mismo», el egocentrismo, la soberbia, la ausencia de solicitud y cuidado del otro.
El mundo se encuentra ante una grave alternativa entre una cultura de la ternura y, por tanto, del amor y de la vida, o una cultura del egoísmo, y por tanto, de la indiferencia, la violencia y la muerte. Quienes creen en la Trinidad saben qué han de promover.