martes, 22 de agosto de 2017

HOJA INFORMATIVA Nº 1059

DEL 6 AL 13 DE AGOSTO DE 2017.  


CULTO EN L’ALCORA

Domingo 6 – La TRANSFIGURACIÓN del SEÑOR
* Colectas destinadas para CÁRITAS.
- A las 19 h., Misa en la ermita del  Salvador.
                                                                                    
Martes      8 – Santo Domingo de Guzmán.
Miércoles  9 – Santa Teresa Benedicta de la Cruz.
Jueves  10 – San Lorenzo.
Viernes 11 – Santa Clara de Asís
Sábado 12 - A las 18,30 h., misa en san Francisco
A las 19,30 h., en la Parroquia aniversario   de Ernesto Branchat Cervera.

Domingo 13 – XIX DEL TIEMPO ORDINARIO.
* A las 13 h., BAUTIZOS.

 DOMINGO XVIII / A del T.O.:   Mateo 17, 1-9.
Transfiguración del Señor 
MIEDO
Éste es mi Hijo amado... escuchadlo
Probablemente es el miedo lo que más paraliza a los cristianos en el seguimiento fiel a Jesucristo. En la Iglesia actual hay pecado y debilidad pero hay, sobre todo, miedo a correr riesgos; hemos comenzado el tercer milenio y un nuevo tiempo, sin audacia para renovar creativamente la vivencia de la fe cristiana. No es difícil señalar alguno de estos miedos.
Hay miedo a lo nuevo como si «conservar el pasado» garantizara automáticamente la fidelidad al Evangelio. Es cierto que el Concilio Vaticano II afirmó de manera rotunda que en la Iglesia ha de haber «una constante reforma» pues «como institución humana la necesita permanentemente». Sin embargo, no es menos cierto que lo que mueve en estos momentos a la Iglesia no es tanto un Espíritu de renovación como un instinto de conservación.
Hay miedo para asumir las tensiones y conflictos que lleva consigo el buscar la fidelidad al Evangelio. Nos callamos cuando tendríamos que hablar; nos inhibimos cuando deberíamos intervenir. Se prohíbe el debate de cuestiones importantes para evitar planteamientos que pueden inquietar; se promueve la adhesión rutinaria que no trae problemas ni disgusta a los que formamos la Iglesia
Hay miedo a la investigación teológica creativa. Miedo a revisar ritos y lenguajes litúrgicos que no favorecen hoy la celebración viva de la fe. Miedo a hablar de los «derechos humanos» dentro de la Iglesia. Miedo a reconocer prácticamente a la mujer un lugar más acorde con el Espíritu de Cristo.
Hay miedo a anteponer la misericordia por encima de todo, olvidando que la Iglesia no ha recibido el «ministerio del juicio y la condena», sino el «ministerio de la reconciliación». Hay miedo a acoger a los pecadores como lo hacía Jesús. Difícilmente se dirá hoy de la Iglesia que es «amiga de pecadores», como se decía de su Maestro.
Según el relato evangélico, los discípulos caen por tierra «llenos de miedo» al oír una voz que les dice: «Este es mi Hijo amado... escuchadlo». Da miedo escuchar sólo a Jesús. Es el mismo Jesús quien se acerca, los toca y les dice: «Levantaos, no tengáis miedo». Sólo el contacto vivo con Cristo nos podría liberar de tanto miedo.