Bajo la advocación de Ntra. Sra. de la Presentación, cuya festividad celebrábamos, y con la presidencia de nuestros sacerdotes, Mn. Miguel y Mn. Javier, nos juntamos en la iglesia de las Hnas. Carmelitas las tres congregaciones religiosas afincadas en nuestro pueblo. Tras algún ligero y perdonable despiste, propio de estos acontecimientos, empezamos nuestro encuentro con la exposición del Santísimo, símbolo de unidad, fraternidad, misión, esperanza y alegría ante un Adviento que ya llama a nuestras puertas. El rezo de vísperas y los cantos amenizados por el sonido de guitarra, artística y sabiamente pulsada por una Hermana, dispondrían mejor nuestros ánimos para la oración y encuentro con el Señor, centro de la vida religiosa y sacerdotal. Las intenciones al final de las vísperas nos sintonizaron con las necesidades de nuestro mundo e iglesia local.
Y de la iglesia a la mesa, lugar de fraternidad y alegría, alguien añadiría, lugar de trabajo. Tanto en la oración como en la cena tuvimos entre nosotros a la Superiora General de las Hnas. Carmelitas que venía en plan de visita y se encontró con la grata sorpresa de este encuentro. Por su sencillez y simpatía se hizo acreedora de nuestro afecto y, tanto es así, que prometió volver a visitarnos; pues en su promesa confiamos.
Para sintonizar mejor con la festividad del día comenzamos a cenar no sin antes presentarnos. La humildad de los presentes hizo que nos limitáramos a decir sólo el nombre, reservando para posteriores encuentros otros aspectos de nuestra intrahistoria.
Las presentaciones dieron paso a la cena y el paso de las bandejas fueron mezclando sabores hasta que llegaron los postres, cuyos dulces, unificaron sabores y alabanzas a la protagonista que nos conquistó con tan deliciosa ambrosía. El café, para los que duermen despiertos, puso fin a nuestro ágape fraternal; pero no podían faltar las fotos de rigor como testimonio de que decimos la verdad.
Los chascarrillos de la sobremesa me los he dejado en el tintero, porque todavía no he encontrado la música apropiada, los dejo para que nuestra Hermana guitarrista los ponga en solfa.
El deber se impuso una vez más a la buena armonía y nos levantamos de la mesa con nuevas ideas y promesas de encuentros. Agradecemos a las Hnas. Carmelitas su buena acogida y disponibilidad.
Me gustaría que estas líneas fueran el fiel reflejo del buen entendimiento que existe entre las tres congregaciones que conviven en el pueblo y de éstas con la parroquia, pues pienso que sería el mejor testimonio que podríamos dar a cuantos nos rodean y aprecian nuestra labor: vernos unidos.
Y de la iglesia a la mesa, lugar de fraternidad y alegría, alguien añadiría, lugar de trabajo. Tanto en la oración como en la cena tuvimos entre nosotros a la Superiora General de las Hnas. Carmelitas que venía en plan de visita y se encontró con la grata sorpresa de este encuentro. Por su sencillez y simpatía se hizo acreedora de nuestro afecto y, tanto es así, que prometió volver a visitarnos; pues en su promesa confiamos.
Para sintonizar mejor con la festividad del día comenzamos a cenar no sin antes presentarnos. La humildad de los presentes hizo que nos limitáramos a decir sólo el nombre, reservando para posteriores encuentros otros aspectos de nuestra intrahistoria.
Las presentaciones dieron paso a la cena y el paso de las bandejas fueron mezclando sabores hasta que llegaron los postres, cuyos dulces, unificaron sabores y alabanzas a la protagonista que nos conquistó con tan deliciosa ambrosía. El café, para los que duermen despiertos, puso fin a nuestro ágape fraternal; pero no podían faltar las fotos de rigor como testimonio de que decimos la verdad.
Los chascarrillos de la sobremesa me los he dejado en el tintero, porque todavía no he encontrado la música apropiada, los dejo para que nuestra Hermana guitarrista los ponga en solfa.
El deber se impuso una vez más a la buena armonía y nos levantamos de la mesa con nuevas ideas y promesas de encuentros. Agradecemos a las Hnas. Carmelitas su buena acogida y disponibilidad.
Me gustaría que estas líneas fueran el fiel reflejo del buen entendimiento que existe entre las tres congregaciones que conviven en el pueblo y de éstas con la parroquia, pues pienso que sería el mejor testimonio que podríamos dar a cuantos nos rodean y aprecian nuestra labor: vernos unidos.
Vicente Valero, Hno. de la Salle
