viernes, 16 de mayo de 2014

HOJA INFORMATIVA Nº 891




DEL 18 AL 25 DE MAYO DE 2014. 

CULTO EN L’ALCORA

· Domingo 18 – QUINTO DE PASCUA.
          * A las 12h, PRIMERAS COMUNIONES.
          * A las 12h en La Foia, Primeras Comuniones.
· Miércoles 21 – A las 19’30h en la Parroquia, Aniversario de María Cervera Juan.
· Sábado 24 – A las 19’30h en la Parroquia, Aniversario de Manuel Ramos Guillamón.
· Domingo 25 – SEXTO DE PASCUA.
- Colectas para las Obras de la Casa de Cáritas -
          * A las 12h, PRIMERAS COMUNIONES.

ADORACIÓN DEL SANTÍSIMO. Miércoles 21 de mayo

De 11h a 12h en San Francisco.
Desde las 17’30h hasta la Misa, en la Parroquia.
A las 19h, rezo de vísperas.

 PEREGRINACIÓN A POLONIA

   Recordamos que damos de plazo hasta el 23 de mayo para que, quienes deseen participar en la peregrinación a Polonia, se informen y hagan su inscripción. Si no, se suspenderá por no llegar al número mínimo de grupo que exige la agencia.

CONVOCATORIAS

-Miércoles 21 a las 17h, Grupo 1 del Itinerario de Formación de adultos.
- Jueves 22 a las 21’30h, Grupos 2 y 3 del Itinerario.
- Viernes 23 a las 16h, reunión de Vida Ascendente.

CONVOCATORIAS COMUNIONES DOMINGO 25

- Lunes 19 a las 20h en los salones parroquiales, reunión de padres.
- Jueves 22 y viernes 23 a las 17’30h en la Parroquia, preparación de los niños.
- Sábado 24 a las 12h en la Parroquia, ensayo general.

GESTOS Y ACTITUDES EN LA MISA

   Si hemos asistido alguna vez a una ópera o la hemos podido ver a través de la televisión, descubrimos cómo el canto, las palabras, los gestos, la decoración, etc., todo hace disfrutar de lo que se está realizando y tanto los actores como los espectadores viven de alguna manera lo que se está narrando y describiendo.
   La liturgia cristiana está también envuelta de una decoración, de palabras, silencios, cantos, gestos etc., que ayudan a entrar en el misterio de lo que allí se celebra. Descuidar esos elementos es, por lo general, perder la profundidad de lo que se celebra y salir con la sensación de que se ha perdido el tiempo y no hemos llegado a descubrir y sentir la presencia amorosa de Dios. 
   En la liturgia utilizamos, generalmente, cuatro posturas a través de las cuales queremos que sea toda la persona, alma y cuerpo, la que se implique y no solamente la razón o el espíritu.
   De pie. Es la postura que caracteriza al hombre creado a imagen de Dios. Es signo del respeto que el ser humano tiene ante lo sagrado. Nos ponemos de pie al leer el Evangelio. Se está de pie delante de Dios cuando se le dirige la oración. En las iglesias antiguas el altar está dirigido hacia oriente que simboliza a Cristo resucitado, llamado “sol que nace del oriente”. Estar de pie es esperar a Cristo, “sol de lo alto”, que viene a salvarnos. Y se le recibe vigilante, estando de pie.
   Sentado. Significa serena y apacible disponibilidad. Por eso las lecturas y la homilía se escuchan sentados. Se está atento para interiorizar lo que nos pide nuestro Dios y responder con generosidad y prontitud.
   De rodillas. Indica la oración de súplica, hecha desde la humildad, desde la sencillez. Moisés se descalzó y se puso de rodillas ante Dios que le hablaba en la zarza ardiente. Se sentía indigno de estar ante Dios, todo poderoso y tres veces santo. Ponerse de rodillas ante Dios ayuda a sentirse creatura, a no creerse más que los demás, a reconocer las propias flaquezas y debilidades suplicando a Dios que tenga misericordia y conceda su paz y su gracia.
   (sigue en el reverso)
   Recordamos que la Instrucción general del misal romano dice, sobre los gestos y las posturas corporales durante la misa, que los fieles “estarán de rodillas, a no ser por causa de salud, por la estrechez del lugar, por el gran número de asistentes o que otras causas razonables lo impidan, durante la consagración. Pero los que no se arrodillen para la consagración, que hagan inclinación profunda mientras el sacerdote hace la genuflexión después de la consagración”. 
   Postración. Postura que se utiliza pocas veces. Está reservada para momentos muy solemnes como para la ordenación sacerdotal o la profesión perpetua de los religiosos. Es signo de adoración ante Dios que sobrepasa en todo y súplica de ayuda ante la misión que se confía porque se es consciente de la pobreza y fragilidad ante la inmensa tarea que el Señor le encarga.
   Genuflexión. Se dobla la rodilla ante la presencia del Señor en la Eucaristía. Gesto sencillo, pero que recuerda la grandeza del Señor al hacerse pequeño, quedarse con nosotros en el sagrario y darse en alimento en el pan que recibimos en la Eucaristía. Muchos cristianos desconocen este gesto o lo consideran inútil. Pero el cuerpo necesita expresar con gestos lo que se vive interiormente. Y los cristianos adoramos a Cristo hecho compañero de viaje y presente en el Pan Consagrado. ¿No hacemos gestos de reverencia ante personas revestidas de dignidad? ¿Por qué descuidarlo ante la Eucaristía? Hacerlo con respeto, con dignidad y sin prisa nos hace un gran bien.
   Las manos y brazos tendidos a lo alto. Así hacen los sacerdotes las oraciones en nombre de la comunidad cuando celebran la divina liturgia. Extienden las manos hacia el cielo como lo hacía Moisés mientras intercedía por su pueblo confrontado a una terrible batalla. Mientras extendía las manos ganaba Israel, cuando las bajaba perdía. Las manos abiertas y mirando al cielo significan que todo lo esperamos del Señor y a él se lo pedimos. La oración va dirigida a Dios, dador de todo bien, y se indica con las manos abiertas y extendidas hacia lo alto.
   Queridos amigos, cuidemos los gestos y actitudes de la liturgia. Tienen su significado y nos acercan más a Dios, nuestro Padre, de quien viene todo don.

EUCARISTÍA Y DIVORCIADOS

   Ante algunas consultas recibidas, publicamos un artículo del Obispo de Ávila sobre el tema que deja clara la doctrina de la Iglesia al respecto:

   “Todo divorcio es siempre un drama humano. Cuando uno se casa en la Iglesia, lo hace con el propósito de que la familia que funda perdure hasta la muerte. Si no sucede así, su alma queda herida. La ruptura de un matrimonio causa profundos sufrimientos a todos. La Iglesia, siguiendo el ejemplo de su Señor, acoge, consuela y acompaña este dolor. Sólo el Señor, muerto y Resucitado, puede sanar nuestro corazón enfermo, otorgar sentido a nuestros fracasos y mostrarnos con su cruz que, a pesar de nuestro dolor, existe un amor sin límites, eterno.
   Son muchas personas las que intentan rehacer su vida con un nuevo matrimonio. Buscan una compañía, a cuyo lado puedan recuperar la alegría, pretenden una segunda oportunidad. Cuando esto sucede, si son cristianos, recuerdan las palabras de Jesús: «Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio» (Mc 10, 11-12). Un católico divorciado que se vuelve a casar es infiel a aquella unión que asumió ante Dios de una vez para siempre. Su nueva vida es moralmente irregular. Su nuevo estado contradice lo que el matrimonio significa: la unión entre Cristo y la Iglesia. Esa unión se actualiza de modo eminente en la Eucaristía. Por eso, los divorciados vueltos a casar no pueden comulgar. Aparece entonces un nuevo sufrimiento para la persona afectada: las consecuencias que el pecado lleva consigo.
   ¿Qué hacer ante esta situación? En múltiples ocasiones ha hablado el magisterio de la Iglesia, afirmando siempre que estas personas no pueden acceder al sacramento de la comunión. Lo han hecho los Papas san Juan Pablo II y Benedicto XVI, la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Pontificio Consejo para los textos legislativos, el último Sínodo de los obispos. Escuchemos, como ejemplo de tantas intervenciones, al Papa Benedicto XVI en la Exhortación Sacramentum Caritatis (n. 29): «Los divorciados vueltos a casar, a pesar de su situación, siguen perteneciendo a la Iglesia, que los sigue con especial atención, con el deseo de que, dentro de lo posible, cultiven un estilo de vida cristiano mediante la participación en la Santa Misa, aunque sin comulgar, la escucha de la Palabra de Dios, la Adoración eucarística, la oración, la participación en la vida comunitaria, el diálogo con un sacerdote de confianza o un director espiritual, la entrega a obras de caridad, de penitencia, y la tarea educativa de los hijos». Y, en un diálogo durante el Encuentro Mundial de las Familias, en Milán, añadía: «me parece una gran tarea de una parroquia, de una comunidad católica, el hacer realmente lo posible para que [los divorciados vueltos a casar] sientan que son amados, aceptados, que no están “fuera” aunque no puedan recibir la absolución y la Eucaristía: deben ver que aun así viven plenamente en la Iglesia… Aún sin la recepción “corporal” del sacramento, podemos estar realmente unidos a Cristo en su Cuerpo».
   Esta es la doctrina del Evangelio, que la Iglesia ha expuesto reiteradamente con humildad y fidelidad al Señor, y que en modo alguno ha cambiado con el magisterio del Papa Francisco. Es bueno que la tengamos presente para evitar ciertas confusiones o malentendidos que se están difundiendo sin mucho rigor a través de los medios de comunicación.
   Como ya he dicho, la Iglesia siente el dolor de estas personas y las acompaña con su afecto y su oración. Todo sufrimiento puede ser ofrecido a Cristo como una participación en su sacrificio redentor y, de este modo, se convierte en camino de salvación. Esta verdad de fe puede aplicarse a los sufrimientos físicos, como los que nos llegan por la enfermedad; a los humanos, como los que causa el divorcio, y también a los sufrimientos espirituales, como los que vienen de no poder recibir al Señor sacramentado. Es importante que los católicos sepamos exponer este misterio a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, y más importante todavía es que mostremos a los jóvenes que existe un amor sin límites y que es posible una entrega total para toda la vida. La familia es hermosa porque se funda en el amor de Dios, del que todos podemos participar. Para casarse no sólo es necesario que los novios dediquen tiempo a conocerse, es imprescindible también que se embarquen en la aventura espiritual que supone descubrir, acoger y realizar en la propia vida ese amor divino que es paciente, no lleva cuentas del mal, perdona cualquier ofensa y aguanta todo sin perder nunca el gozo de la esperanza (cf. 1Cor 13, 4-7).
   Con mi afecto y bendición para todos, en particular para quienes se encuentran en esta situación.