DEL 13 AL 20 DE AGOSTO DE 2017
CULTO EN ARAIA
Martes 15 de
agosto a las 11,30 h., Misa y Procesión
CULTO EN L’ALCORA
Domingo 13 - XIX DEL TIEMPO
ORDINARIO.
A las 13 h., BAUTIZOS.
Lunes 14 – Vísperas de la Asunción.
A las 18,30 h., misa en San Francisco.
A las 19,30 h., en la Parroquia.
Martes 15 - ASUNCIÓN DE LA VIRGEN
MARÍA.
Horario de misas como en domingo -
Sábado 19 -
A las 18,30 h., en san Francisco, aniversario de
Palmira Gasch Aparici
- A las 19,30 h., en la Parroquia,
aniversario de Esperanza Monfort Fabra.
Domingo 20 - XX DEL TIEMPO
ORDINARIO.
La fiesta de la Asunción
de la Santísima Virgen María, se celebra en toda la Iglesia el 15 de agosto.
Esta fiesta tiene un doble objetivo: La feliz partida de María de esta vida y
la asunción de su cuerpo al cielo.
“En esta solemnidad
de la Asunción contemplamos a María: ella nos abre a la esperanza, a un futuro
lleno de alegría y nos enseña el camino para alcanzarlo: acoger en la fe a su
Hijo; no perder nunca la amistad con él, sino dejarnos iluminar y guiar por su
Palabra; seguirlo cada día, incluso en los momentos en que sentimos que nuestras
cruces resultan pesadas. María, el arca de la alianza que está en el santuario
del cielo, nos indica con claridad luminosa que estamos en camino hacia nuestra
verdadera Casa, la comunión de alegría y de paz con Dios”. Homilía de Benedicto XVI
DOMINGO
XIX / A del T.O.: Mateo 14,22-33
ORACIÓN DEL QUE DUDA
Señor,
sálvame.
Dios está en el fondo de todo ser humano. Lo expresaba de forma
espléndida el gran teólogo suizo H.
von Balthasar: «El hombre es un ser con un misterio en su corazón que es
mayor que él mismo.» Si es así, ¿por qué no lo captamos?, ¿por qué Dios se nos
escapa y nos parece a veces tan lejano y desconocido? La mística francesa, Madeleine Deibrel, mujer seglar por
cierto, se dirigía a Dios de esta forma tan curiosa: «Señor, si Tú estás en
todas partes, ¿cómo es que yo me las arreglo para estar en otro sitio?» Dicho
de otra manera, ¿por qué no se produce el encuentro?
Algunos rechazan de entrada la presencia de Dios en su vida. No
sienten necesidad de nadie para resolver su existencia. Se bastan a sí mismos.
No necesitan ninguna otra luz ni esperanza. Tienen bastante con lo que ellos se
pueden proporcionar a sí mismos. Desde esta postura de autosuficiencia no es
posible encontrarse con Dios.
Otros lo dejan todo muy pronto. Intuyen que Dios les puede traer
complicaciones, y ellos quieren tranquilidad. Nada de replantearse la vida. Es
mejor olvidar estas cosas e instalarse en la indiferencia. No parece la postura
más valiosa, pero probablemente es hoy la más frecuente.
El creyente vive una experiencia diferente. Sabe que el ser humano
no se basta a sí mismo. Al mismo tiempo, siente de diversas formas el anhelo de
infinito. En su corazón brota la confianza. Es otra manera de plantearse todo:
en lugar de teorizar se pone a escuchar, en vez de caminar solo por la vida se
deja acompañar por una presencia misteriosa, en vez de desesperar se abre confiadamente
al amor de Dios.
Esta experiencia es personal. No se vive «de oídas» ni se conoce
por procurador. No basta creer lo que otros dicen. Cada uno ha de encontrar su
camino hacia Dios. El teólogo J.
Martín Velasco recuerda en un estudio las palabras del personaje de una
novela de E. Wiesel: «Cada
hombre tiene una plegaria que le pertenece, igual que tiene un alma que le
pertenece. Del mismo modo que a un hombre le es difícil encontrar su alma,
también le es difícil encontrar su plegaria. La mayoría de la gente vive con
almas y recita oraciones que no son las suyas; hoy, Michael, has encontrado tu
oración.»
Es justamente lo que necesitamos. Encontrar cada uno nuestro
camino hacia Dios, encontrar nuestra propia oración. Pero, ¿cómo hacerlo cuando
uno está lleno de dudas y no tiene tiempo ni fuerzas para buscar a Dios? Muchas
veces he pensado que para muchas personas que no aciertan a creer, la mejor
oración tal vez sean esas palabras cargadas de sinceridad que Pedro dirige a
Jesús cuando comienza a hundirse en el mar de Tiberíades: «Señor, sálvame.»